Tengo sed. No he conseguido pegar ojo. Hace un día gris, como lleva haciendo un tiempo atrás, y la verdad, empiezo a aburrirme y a cansarme de este maldito tiempo que no ayuda a llevar una sonrisa en la cara. Un día está bien. Tantos, no. Sigo teniendo sed... Y llego a la ciudad. Llueve... Y por fin un alivio, agua fresca tocando mi piel. Respiro. Respiro y la verdad, no le encuentro ningún sentido. La gente pasa. Unos aprisados cargados con maletas por miedo a perder un tren o un autobús. Yo no sé que tren o que autobús tengo que coger... Y mi sed en aumento. Otros hablando por teléfono, quién sabe, quizás con su jefe, quizás con su hermana, quizás con su amor... Mi sed me vuelve a llamar. Sonrisas. Miradas. Dos chicas hablando de sus corazones rotos y de sus ilusiones perdidas. Dos muchachos que se ríen después de contar un chiste absurdo y siguen hablando de fútbol. Una pareja cogida de la mano, se detienen y se dan un leve beso bajo esa fina lluvia, que ni moja ni molesta. Sigo caminando entre la gente. Entre la gente... Y sigo teniendo mucha sed. Miro las caras de la gente, y puedo ver sus problemas, sus alegrías, sus vivencias, su familia... Acabo pensando que qué tendré yo de diferente a ellos. Y no sé para qué me lo pregunto. Nada... Nada diferente. Sólo somos uno más. Aunque me muera de la sed. Estoy de los nervios y no me encuentro demasiado bien. Caminan rápido, sin mirar hacia atrás, sabiendo a donde van sin necesidad de mirar al frente. Sé que sólo soy una más del montón, y más bien de debajo del montón, de esas que nadie encuentra, de esas en las que nadie se fija. No pido las doscientas miradas con las que me haya podido cruzar hoy. Solo quiero una en la que perderme... Y no volverme a encontrar jamás. Pero antes necesito descansar... Dormirme y no despertarme en semanas, meses... Antes de perderme tengo que encontrarme. Y ante todo... Quiero saciar mi sed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario