sábado, 28 de febrero de 2009

Y entonces...


Entras en un eterno entumecimiento del tiempo, que no sabes si pasa, si se para o directamente, si existe. Te planteas el sentido de tus actos, pero se debe esconder en lo más hondo de todo lo hecho, como si de un juego se tratase, y te tocase contar eternamente. Empezando por el uno, dejando las agujas del reloj correr para dejar que el sentido se esconda, y seguir contando asta el infinito, de manera que no ves la llegada del momento en que puedas encontrar ese sentido. Lo intentas todo, haces incluso trampas, y abres los ojos cuando aun no has parado de contar. Y ves horrores, ves desgracias, ves trampas, ves dolor, ves maldad, pero el sentido esta tan bien escondido, que no tienes ni la más remota idea de donde se pueda encontrar. Te entra esa desesperación que transformas en miedo y tristeza, y vuelves a cerrar los ojos para seguir contando. Al fin, te das cuenta de que nunca llegará el momento, y te rindes débil ante la posibilidad de no encontrar nunca ese sentido. Y es entonces, entonces es cuando te das cuenta de que este juego no lo conseguirás ganar nunca, porque el mismo sentido te ha engañado haciéndote creer en su existencia. Y el tiempo sigue pasando, sigue andando por el sendero de tu vida, esa que tú deberías vivir… Pero sigues con los ojos cerrados, contando y contando, esperando infinitamente a que pase algo, cualquier cosa. No te das cuenta, y ya se te ha pasado la vida. ¿Comprendes?

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