viernes, 27 de febrero de 2009


Y mientras se miraban fijamente, sus labios buscaron ese beso tan deseado, ese que ya no pudieron contener más. Calidez y ternura en esos labios carnosos que jugueteaban, buscándose y encontrándose, explorando sus anatomías bucales a base de viajes y paseos de lengua, con el afán de conocer todos los rincones de aquel dulce lugar. Todo aquello que no supieron decirse asta el momento, lo expresaron sellando mutuamente sus bocas en un largo y apasionado beso. El beso que la conduciría al cielo. Se le fue el mundo de vista, aquella habitación en la que se encontraban no significaba nada. De repente se dio cuenta del poco sentido que tenia todo si lo único que deseaba era ser suya para siempre. Sin tener noción ni de tiempo ni de lugar, se aferró a él como si se le fuese la vida en ello, y de echo era así, porque desde aquél momento, él era su vida. Notó como sus brazos musculosos la rodeaban aun mas fuerte, y la sensación de sus dedos entre su cabello, acariciándolo desde la raíz asta las puntas le provoco un escalofrío. Desde ese instante, todo se volvió más abstracto a la par que más claro. El mundo daba vueltas y su corazón latía desesperadamente gritando auxilio porque no le queda espacio para bombear la sangre de su cuerpo, que cada vez se empeñaba en ir más acelerada. De repente, sin saber cómo, puesto que desde hacia unas milésimas de segundo era como si flotase entre las nubes, el amor de los dos había tomado una posición vertical y acomodada en esa cama tan acojedora que pronto empezaría a resultarle más que familiar, y que se convertiría en dueña y guardasecreto de noches de lujúria, pasión, sexo y amor fundidos en aquella pareja. Él estaba dispuesto a llevarla asta el paraíso. El roce de sus pieles cálidas después del contacto con su ropa, que ahora estaba tirada por el suelo de la habitación, provocó otro estremecimiento en ella, que disfrutaba de las caricias de los labios de él, que seguían paseándose por su cuello y hombros, besándola suavemente, graduando la intensidad, y bajando asta sus pechos y jugueteando con ellos. Respiraban agitadamente y ella decidió tomar la iniciativa. Tenia muchísimas ganas de probar el sabor de aquel exquisito manjar que había puesto bajo suyo justo en ese momento. Lo lamió, lo besó y lo acarició asta que no pudo más y volvió a ponerse bajo su dueño, bajo la luz de su vida y el aire que respiraba. La pasión, la fuerza, el amor, la rabia, el deseo y el cariño se fundieron en suaves envestidas que fueron aumentando la intensidad, mientras ella creía que iba a explotar, que se iba a quedar sin aliento y sin voz, sin saber como aguantar su corazón que estaba apunto de salir volando hacia un paraíso del cual nunca querría bajar. Notaba como se elevaba de placer y clavo sus uñas en la espalda de él. Ese gesto fue el que hizo que los dos hicieran de sus voces, su respiración, sus latidos y sus gemidos fuesen uno, la sensación más intensa y fantástica de su vida. Su vida.

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