sábado, 28 de febrero de 2009

Yes, she is.



Electra. Tenía 18 años. Cabellera larga, lisa y morena, que le rozaba los hombros creando un bello contraste entre su piel clara, tan blanca que casi parecía transparente, y su negro cabello, más oscuro e intenso que cualquier color negro que pudieses imaginar. Sus ojos, en perfecta armonía con todo su rostro, estaban bañados de un color azul embelesador, azul intenso, pero claro, eléctrico, pero apagado. No existían ojos iguales en la faz de la tierra. En ellos, podías ver el mar y el cielo, y en medio, su perfecto iris negro, envuelto en una aureola de un color entre verdoso y amarillento. Pero para ver esos matices, tenias que observar atentamente. Eran unos ojos rasgados, finos y con las curvaturas perfectas, profundos, puestos encima de unos pómulos finos pero marcados a la perfección. Sus facciones, finas como la porcelana, eran preciosas. Unos labios delgados, pero carnosos a su vez, con un tono rosado perfecto, dotados de una sonrisa estremecedora, contrastaban con sus blancos, perfectos y pequeños dientes, que hacían del conjunto de su boca, un manjar exquisito. De nariz pequeña, pero no exageradamente menuda. Con orejas que parecían echas a mano, por un artesano profesional. Su barbilla, con toda su forma perfecta, acababa de darle ese aire de muñeca en su cara, fina y alargada. Tenía un cuello delgado y largo, muy apetecible, que se unía a su cuerpo, ese cuerpo perfecto. De estatura mediana, tirando a alta, aunque no exageradamente. Ni estaba en los huesos, ni tenía algún quilo de más. Sencillamente, sus curvas eran perfectas. Hombros moldeados que brillaban con el sol, aun siendo más blancos que él mismo. Piel suave y tersa, pareciendo entre una mezcla de nubes y porcelana, y con un tacto intensamente agradable. Sus brazos se movían con graciosa soltura y salero, y sus manos tenían unos dedos finos con sus uñas siempre perfectamente arregladas. Tenía unos pechos tersos, amarados de esa feminidad que ella tanto exoraba, que parecían dos suaves naranjas. Sus caderas se movían sensualmente cuando caminaba, al compás de sus interminables piernas, que empezaban en un trasero firme, y acababan en unos piececitos pequeños, perfectos que parecían andar por sí solos.

1 comentario:

  1. Ja t'ho vaig dir, i continuo dient que m'agrade el teu escriure elegant...^^
    t'ejjjjjjtimoooo!!
    XDDDDD

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