Miro al mundo y solamente consigo verle. Mis ojos están entelados, empapados de la humedad de sus risas, sus miradas, sus respiros. Mi corazón, que late tranquilo al compás de mi vida, se vuelve loco cuando se aparece en mi mente, y me da la sensación de que se me va a escapar; mi corazón, y él, aunque antes preferiría perder el primero. Estoy bebiendo y me emociono al ver mis ojos húmedos reflejados en la superficie cristalina del agua. Y entonces me tiembla la mano, y tengo que dejar de hidratarme por no echarme toda el agua encima. Respiro partículas que están impregnadas del aire, de la atmósfera en la que él, él y yo, vivimos. Me duele la distancia incluso si le tengo a un palmo de mi nariz. Le echo de menos a cada día, hora, minuto y segundo que pasa; le echo de menos incluso cuando está a mi lado. Le echaba de menos incluso antes de conocerle. No hago otra cosa que perderme durante horas en los caminos del amor, imaginándome una vida junto a él, y entonces se me humedecen los ojos, esos ojos que solo tienen vista para una persona. Me asomo a la ventana con la intención de respirar un poco del aire que le habrá acariciado, y me pongo celosa de esa brisa que ha tenido la oportunidad de rozar su piel. Y vuelvo una y otra vez a ese mundo de fantasias donde yo soy su única dueña, y él mi único dueño, y vivimos, y compartimos, y nos amamos, y no hay nada que pueda estropearlo. Vuelvo a ese mundo asta el momento de que alguien se percata de mi ausencia.. ¿Noelia? Y entonces, al darme cuenta de que el mundo real está en mis pies, y ver que solo hay una cosa que me aleje de él, me sonrojo y mi corazón vuelve a bombardear latidos a troche y moche. En mi estómago hay una explosión diferente de mariposas de todas las especies cada vez que él se pasea por mi pensamiento. Me gustaría poder decirle todo esto a esa persona que es tan importante para mi existencia. Pero me vuelve tan débil, tantísimo, que no se si me veré capaz nunca. Hasta el día en que lo pierda, y esa será mi perdición.